sábado, 6 de octubre de 2018

Nick Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra VI 🇬🇧

Y llegó nuestro día de vuelta a Bristol para volar a Málaga. El avión salía a las 19.40 y el coche había que entregarlo a las 17.00h, así que aún teníamos toda la mañana para pasearnos por los alrededores y comer tempranito en Henley. 

El viaje de vuelta, casi todo por autopista, fue muy bien, excepto el último tramo en el que el GPS, para que no se nos olvidaran las carreteras estrechas y complicadas, nos llevó por una de ellas. Entregamos el coche sin un rasguño y sin haber tenido ningún percance que ya tenía mérito dado las situaciones de conducción tan complicadas en las que nos habíamos visto. ¡Qué liberación!

Llegamos al aeropuerto con el tiempo suficiente para hacer todo en plan tranquilo y esperar la hora de salida del avión. Pero una de las pesadillas que le puede ocurrir a un viajero es que el vuelo se retrase (retrasos sí que hemos padecido varias veces) o que se cancele. A nosotros nos ocurrieron las dos cosas. Después de que el vuelo se retrasase más de dos horas, al final casi a las 22.00h el vuelo fue cancelado.  Verte en esta situación, ya de noche, después de  varias horas de desplazamiento, un montón de horas de espera, hacer un par de colas, de escuchar las explicaciones de la compañía aérea en un idioma que no es el tuyo, cansadísimos... pues te quedas noqueado.

Creemos que tenemos  todo bajo control, pero esa sensación es ficticia. Más allá de las cosas que sí podemos organizar y están bajo nuestro radio de acción, existen numerosas circunstancias que nos son ajenas y que se escapan de nuestras manos. Es cierto que cuando viajamos, especialmente si es verano, debemos ir preparados mentalmente a que puedan ocurrirnos imprevistos ya que nadie está libre de esto pero una cosa es conocerlo y otra que te pase. Porque no saber qué va a pasar ante una situación, la incertidumbre, es una de las peores sensaciones que se pueden sentir. Según he leído la razón es que el "cerebro no está preparado para la falta de control y se paraliza ante lo nuevo, inesperado e imprevisto".

Una de las cosas que yo suelo hacer, y creo que suele hacer la mayoría de la gente cuando está pasando por la misma difícil situación junto a otras personas, es buscar un sistema de apoyo por lo que rápidamente nos juntamos con dos chicos españoles  y formamos una piña para afrontar juntos lo que se nos venía encima. ¡Compartir los pesares aligera la carga, reduce el estrés e incluso llegas a ver la situación hasta con sentido del humor!

Cuando nos llegó el turno para que la compañía aérea Easyjet nos diera explicaciones, sus propuestas para llegar a nuestro destino eran o buscarnos un vuelo alternativo con otras compañías que pagaríamos nosotros y luego se lo reclamaríamos o nos daban billetes en uno de sus aviones pero solo había billetes disponibles para el siguiente jueves y ¡estábamos a domingo!  Por supuesto que intentamos la alternativa de otro vuelo, con el móvil y la tableta, pero eran con escalas y además carísimos, así que agotados e incapaces de pensar claramente ni tomar ninguna otra decisión y siendo las 23.00h optamos por coger los billetes para tres días y medio después. Eso sí, la compañía se hacía cargo del hospedaje y manutención durante todos esos días.

El hotel que nos adjudicó la compañía aérea fue Holiday Inn Bristol Airport. Es un hotel ubicado cerca de la terminal del aeropuerto de Bristol y dispone de un servicio de traslado cada media hora durante 24 horas. Y desde el aeropuerto hay un  autobús, con continuas salidas y llegadas, que te lleva al centro de Bristol en una media hora. Algo pesado hasta que te acostumbras porque no hay más remedio.

Así que con esos días por delante, nos hicimos a la idea de que el viaje se alargaba y que teníamos la oportunidad de conocer Bristol que no estaba en nuestro itinerario. En ocasiones, la mejor actitud es aceptar que las cosas son como son, especialmente cuando llega un momento que has intentado hacer algo al respecto pero no ha dado sus frutos. ¡Así que nos fuimos de cabeza a Bristol!

 
Bristol es una ciudad marítima llena de vida y con un centro con un tamaño perfecto para recorrerlo a pie. Es una de las ciudades con mejor calidad de vida de todo Reino Unido según el Sunday Times y  primera ciudad europea en la lista de sitios que ver en 2018 para National Geographic.

Cogimos un autobús para acercarnos al puente colgante de Clifton, todo un símbolo de la ciudad, que cruza la impresionante garganta del río Avon y une Bristol con el norte de Somerset. Está gestionado por la Clifton Trust y se financia con el peaje que hay que pagar para atravesarlo. Atrae a miles de visitantes cada año. Es realmente espectacular.


Los habitantes de Bristol se sienten muy orgullosos de su puente. Es su seña de identidad y su monumento más representativo.


El puente ha sido usado como escenario de varias películas y en eventos culturales importantes, como el primer salto del puentismo moderno, el último vuelo del Concorde en 2003 o el traspaso de la antorcha olímpica en los juegos olímpicos celebrados en Londres en 2012. Pero también tiene su lado trágico pues es conocido como el "Puente de los suicidios" por el gran número de personas que lo han utilizado para saltar lanzándose al vacío, por lo que a finales de los años 90 se instalaron barreras como medida preventiva. También hay unas placas con un número de teléfono de la organización Los Samaritanos que  ayudan desde el punto de vista emocional para evitar los suicidios.


Después de atravesar en los dos sentidos el puente y acercarnos a los miradores para disfrutar de las estupendas vistas de la ciudad y de la campiña inglesa, volvimos andando hacía el parque  de Brandon Hill.


Brandon Hill es el parque más antiguo de Bristol. Es un espacio abierto precioso muy cerca del centro con casi 500 árboles de 100 especies diferentes. Es un lugar perfecto para tomar un picnic, pasear, tomar el sol, sentarte a leer un libro... Allí, bajo la sombra de un gran árbol, tomamos nuestro lunch.


En Brandon Hill se encuentra la Torre Cabot que fue construida entre los años 1896 y 1898 para conmemorar que el navegante italiano Juan Coboto,  John Cabot en inglés, llegó a Norteamérica bajo bandera inglesa.  Las vistas desde esta atalaya, en lo más alto de la colina, son espectaculares.
 

Seguimos bajando hacia el centro de la ciudad. En Park Street, una de las calles más famosas de Bristol llena de tiendas originales y divertidas y montones de bares y cafés, está  la famosa obra de Bansky de un hombre colgando del alféizar de una ventana escapando ante la llegada del marido de su amante. Como se puede comprobar algún  vándalo la ha estropeado con pintura azul.
 

Y es que Bristol es la capital del arte callejero y Bansky* es el pseudónimo de un prolífico y famoso artista callejero británico nacido en Bristol. Vimos otros murales pero si vuelvo a Bristol me encantaría dedicarle más tiempo a hacer una ruta específica en la capital mundial del arte urbano.
 
El final de Park Street nos encontramos el Ayuntamiento situado en la gran plaza de College Green y con la catedral de estilo gótico británico enfrente. Justo estaban también celebrando en la catedral la ceremonia de graduación de la Universidad.


Paseando por el centro visitamos Saint Nicholas Market, el mercado más antiguo de la ciudad, con calles empedradas y arcadas acristaladas. Muy auténtico con sus puestos de artesanía, flores, libros, discos,... y comidas de distintas nacionalidades. St Nicholas Market fue elegido como uno de los diez mejores mercados en el Reino Unido  y es la encarnación viva de lo que debería ser un mercado. No lo vimos en todo su esplendor pues ya estaban empezando a cerrar algunos puestos. Un paseo más por la zona comercial del centro, en la que en pocos metros cuadrados podemos ver hasta 500 tiendas diferentes, y vuelta al hotel a descansar. 

En nuestro último día el itinerario partía de la parada de autobús junto a la Bristol Temple Meads, la preciosa estación de trenes de Bristol. De allí fuimos a visitar St Mary Redcliffe. Esta iglesia parroquial anglicana de estilo neogótico es preciosa. Es del siglo XVIII y su torre principal hace que sea el edificio más alto de la ciudad. Aunque está un poco apartada del circuito turístico, vale la pena visitarla.

Fuimos paseando hacia Queen Square, una bonita y amplia plaza muy cerca del puerto ya que la idea era ver y disfrutar de toda la zona de Harbourside que es el área portuaria de Bristol. Desplazado el puerto comercial a otra zona, ahora está dedicado a zona de ocio y esparcimiento.


La historia de Bristol como puerto comercial se remonta al año 1051. En el siglo XIV, la ciudad comerciaba con España, Portugal e Islandia, y los barcos también abandonaban Bristol para fundar nuevas colonias en el Nuevo Mundo. La historia de Bristol como parte de la trata de esclavos está bien documentada. Era lo que se llamó el comercio triangular: los barcos partían de Bristolcon bienes manufacturados. Con ellos, llegaban a África, donde compraban los esclavos. De allí partían a América, donde los vendían, recibiendo pingües beneficios y comprando con ellos azúcar, ron, arroz y algodón. Finalmente, volvían a la ciudad, donde las materias primas eran vendidas y con el dinero obtenido, dejaban beneficios en la ciudad y compraban más bienes manufacturados. Un pasado bastante oscuro y vergonzoso con el que los habitantes de Bristol intentan reconciliarse.


Aquí en la zona del puerto hay varios museos, nosotros visitamos el MShed. Se trata de un museo muy interactivo e interesante sobre la historia de la ciudad y de la zona colindante, de su fundación, crecimiento y desarrollo desde tiempos prehistóricos.


Justo enfrente de este museo está amarrado el barco Mathew, que también visitamos, es otra de las interesantes atracciones de esta zona. Se trata de la réplica perfecta del barco que John Cabot utilizó para descubrir América del Norte  como ya he contado anteriormente. Al ser una de las replicas más reputadas del mundo naval, a menudo parte a otros puertos a exhibirse. Pero su base está en Bristol, que es donde amarra la mayor parte del año.



Es una zona de recreo realmente bonita y agradable con infinidad de opciones de las que disfrutar y en la que puedes echar todo el día.

 

Decidimos ir yendo hacia la zona donde está la estación de autobuses y paramos a descansar un rato en Castle park. En este parque se encuentran las ruinas de la bella iglesia de St. Peter, bombardeada en la Segunda Guerra Mundial, y  que  se conserva así como un memorial. Debido a las altas temperaturas las zonas verdes del parque estaban bastante secas lo que le daba cierto aire de abandono. 

Seguimos, de nuevo, paseando un ratito por la zona comercial ya que no queríamos coger el autobús de vuelta al hotel muy tarde ya que el vuelo de vuelta a Málaga salía a las 6.00h de la manaña por lo que tocaba madrugón del quince. 

Bristol  es una ciudad moderna, diferente, progresista, creativa, llena de niños, solidaria y multicultural. Lo de "la joya del oeste inglés" es bien cierto. Tengo que volver.

Dentro de lo que cabe no estuvo mal haber tenido la oportunidad, impuesta claro está, de conocer Bristol, pero lo cierto es que creo que de milagro no besamos el suelo español cuando llegamos a Málaga. 😜


 *Hace un par de días se ha vuelto a hablar de este artista, al autodestruirse una obra suya, niña con globo, momentos después de ser vendida por 1,04 millones de libras en subasta de Sotheby's.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Nick Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra V 🇬🇧





Llegamos a nuestra última etapa del viaje. Aunque el encuentro musical, por el que había sido programado este viaje, se celebraba en  el pequeño pueblo de Tanworth in Arden, nuestro alojamiento estaba en la localidad cercana de Henley in Arden. Íbamos sin ninguna expectativa respecto a cómo sería el pueblo ya que su elección fue puramente práctica: allí encontramos el alojamiento más cercano al encuentro musical.

 

Pero nos llevamos una grata sorpresa al comprobar que Henley es una maravilla, una auténtica joya de la arquitectura Tudor. En su calle principal, de una milla de longitud, hay hasta 150 edificios catalogados de interés arquitectónico o histórico especial.



 
Entre todas las casas destaca el Guild Hall, un edificio con entramado de madera que se encuentra al norte de la iglesia de San Juan. Ha sido restaurado extensamente, aunque muchas de las maderas originales permanecen y es una de las muchas maravillas arquitectónicas con vigas de madera del lugar.



Con bonitas y antiguas iglesias.




Henley es también un pueblo con varios pubs tradicionales, cafés, restaurantes populares y la famosa heladería Henley.  


Después de comer en Henley y descansar un poco nos fuimos para Tanworth in Arden pues esa tarde se celebraba el primer concierto del Encuentro musical Nick Drake. ¡Por fin llegamos al objetivo principal de nuestro viaje! Este primer concierto se hizo en una sala del ayuntamiento y músicos principiantes o aficionados seguidores de Nick, venidos de diferentes partes del mundo, interpretaron sus canciones.


Tanworth in Arden, es un pueblo muy pequeño, que permanece relativamente intacto al paso del tiempo,  rodeado de unos paisajes preciosos. Un lugar realmente agradable y tranquilo.


El encuentro es un evento también pequeño, íntimo y acogedor. Lo promueve una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es únicamente ensalzar la figura de Nick Drake. No se cobran tarifas de inscripción ni entradas. Tanto los organizadores como los artistas y aficionados que asisten lo hacen por amor y devoción a este cantante.

  
Nick, nacido en Birmania por motivos de trabajo de su padre, creció y murió en  Tanworth-in-Arden. Fue a la escuela pública de Marlborough y después a la Universidad de Cambridge, donde inició sus estudios de Literatura Inglesa. Nueve meses antes de terminarlos, abandonó los estudios para lanzarse a su carrera musical.

Fue un cantante y compositor inglés de finales de los sesenta y principios de los setenta que murió a los veintiséis años no sin antes componer un puñado de canciones eternas. Un artista que no recibió en vida el menor reconocimiento y que hoy corre el peligro de que su imagen acabe por devorar su obra. Porque Nick tenía la figura romántica perfecta: pelo largo, alto, delgado, pálido, con pañuelo al cuello, una elegancia natural, una enfermedad mental y una muerte prematura. 

Antes de que se hiciera de noche, nos volvimos a Henley pues aunque el trayecto era corto, mejor conducir con luz por una carretera estrecha y con curvas.

Como el segundo y último concierto no era hasta el día siguiente por la tarde, esa mañana decidimos acercarnos a Stratford upon Avon ya que está a solo 9 millas de Henley. Yo ya había estado en Stratford allá por 1992 así que volver después de tanto tiempo me hacía mucha ilusión y además para Javier era la primera vez. Estando tan cerquísima ¡cómo no acercarse a la cuna de Shakespeare y donde el dramaturgo desarrolló toda su carrera! Uno de los destinos más turísticos de Inglaterra.

Llegamos temprano y estuvimos paseando por el centro con las casas de madera de la época Tudor, las cafeterías y las tiendas tan auténticamente inglesas, para luego acercarnos a una de las zonas del río para coger uno de los barquitos que te dan un paseo para explorar los canales del  Avon. El canal, repleto de patos y cisnes y con inmensos árboles que parecen tener vida propia, es una maravilla.


Terminado el placentero y agradable paseo en barco, seguimos caminado por la orilla opuesta, el Avon Bank Garden. Llegamos a la iglesia Holy Trinity Church. Esta es una de las iglesias más bonitas de Inglaterra. En ella, el autor de Romeo y Julieta, fue bautizado y enterrado. Además de este hecho histórico, esta iglesia es digna de visitar por diversos motivos: su interior es de estilo gótico inglés y está situada al lado de una gran zona verde junto al canal, eso hace que el acceso a esta iglesia sea un autentico espectáculo visual.
 
 
 

La tumba del ilustre inglés está cubierta por una lápida plana sobre la que hay un epitafio que según dicen fue escrito por él mismo:

 "Good friend for Jesus sake forebear,
 To dig the dust enclosed here.
 Blessed be the man that spares these stones,
 And curst be he that moves my bones".

"Buen amigo, por Jesús, abstente
de cavar el polvo aquí encerrado.
Bendito sea el hombre que respete estas piedras
y maldito el que remueva mis huesos".


Cuatro siglos después aún nadie se ha atrevido a desafiar estas palabras. Según cuentan, el genial autor sentía horror ante la idea de ser exhumado, de que sus restos fueron movidos por cualquier motivo, y con esta sutil pero directa amenaza pretendía eliminar de un plumazo cualquier intento de profanar su tumba.

Pasamos por el Royal Shakespeare Theatre que ya habíamos visto por la fachada trasera desde el río. Este teatro se convirtió en la primera obra importante erigida en Gran Bretaña a partir de los diseños de una mujer,  la arquitecta Elisabeth Scott. En definitiva Stratford Upon Avon es un lugar para caminar y disfrutarlo a cada paso, saborearlo y recordarlo.


Ya nos habíamos plantado en el mediodía y decidimos que mejor comer en Henley y descansar un rato antes de ir al segundo concierto.


Este concierto se celebraba en la iglesia de St Mary Magdalene. En esta ocasión los intérpretes eran músicos digamos algo más consagrados.

 

Nick fue un cantante, músico y poeta extraordinario pero aunque su carrera fue corta y estuvo cargada de fracasos comerciales, hoy en día se le considera un artista de culto.

En el cementerio que se encuentra junto a la iglesia está su tumba. Fue enterrado debajo de un inmenso roble con una lápida muy simple y pequeña en la que reza como epitafio una frase de la última canción de su álbum final y que dice: "Ahora nos levantamos y estamos en todas partes". Realmente significativo.


Para quien no conozca a este artista, aquí enlazo una de las canciones que Javier suele tocar y cantar y que me encanta: "Things behind the sun".


El viaje toca a su fin. Al día siguiente deshacemos el camino para volver al aeropuerto de Bristol y coger el vuelo de vuelta a Málaga. Empezamos a sentir ganas de regresar.
 

(Continúa en Nick Drake y un viaje por el sureste de Inglaterra VI)  


 

sábado, 1 de septiembre de 2018

Nick Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra IV 🇬🇧



(Continuación de Nike Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra III)

Seguimos adentrándonos en los pueblos de Los Cotswolds. La ruta para nuestro tercer día por estas idílicas tierras es: Bibury, Bourton on the Water y Chipping Campden.

El pueblo de Bibury es una de las  atracciones turísticas más célebres y conocidas de Inglaterra y está en la lista de los "must see" o sea que hay que verlo sí o sí. Pero, claro, al ser tan famoso está lleno de turistas lo que le quita cierto encanto. Cuando nosotros llegamos, bastante temprano por cierto, estaba copado por orientales con los odiosos palos de selfi. Como curiosidad decir que los rótulos informativos, incluso los de algunas propiedades advirtiendo que eran privadas y estaba prohibido el paso, estaban escritos en inglés y en japonés. Al parecer esta afluencia se debe a que el emperador Hirohito de Japón se hospedó en este pueblo en una de sus visitas a Europa, dando fama a toda la región en el país de oriente.

Bibury está formado por solo dos calles pero lo tiene todo: encantadoras casas de campo con fachadas de piedra, jardines de cuento, un paisaje totalmente verde, estanques, río... Sin duda se trata de un auténtico pueblo de postal en mitad de los Cotswolds. 


 

En el centro del pueblo está la iglesia de St Mary.


La parte más famosa y fotografiada de Bibury es Arlington Row. Se trata de una fila de cabañas de tejedores construidas en piedra caliza en el siglo XIV, junto al río Coln y que están conservadas en perfecto estado. Ahora pertenece al National Trust.  Muy bonitas las casas y el entorno pero ¡qué complicado hacer una foto sin gente! 😬


Terminada la visita, tiramos hacia el norte para visitar Bourton on the Water. Este encantador pueblo de casas de piedra está cruzado por las aguas del río  Windrush y sus coquetos puentecitos de piedra.

 
Pasear por las riberas del río con algunas zonas verdes llenas de grupos de jóvenes, mayores y de  familias descansando, tomando el sol o de picnic  es una verdadera delicia. Es un río sin profundidad lo que permite que los niños se metan y disfruten del agua sobre todo en un día tan veraniego como el que nos hizo. Había mucha gente pero todo era sosegado y bucólico.

Salvando la distancia, mientras paseábamos y observábamos el ambiente, me vino a la memoria el cuadro Tarde de domingo  en la isla de la Grande Jatte de Seurat.



Se nos vino encima la hora de comer y aunque había muchos restaurantes junto al paseo, nos pareció que lo suyo era comprar comida y tomarla junto al río. ¡Qué bien nos supo todo en aquel entorno tan agradable!

Bourton on the Water me pareció tan bonito y relajante que casi diría que es uno de mis preferidos de todos los que visitamos. Inolvidable.

Y llegamos al último pueblo de esta ruta: Chipping Campden. Recorrimos su calle principal High Street donde se observa en su máximo esplendor la arquitectura típica de esta zona con sus casas color miel de una gran variedad de estilos arquitectónicos que han sobrevivido a lo largo de los años. Capital medieval del comercio de lana, uno de sus principales edificios es Market Hall, una lonja del siglo XVII que se encuentra en High Street.




Paseando llegamos a la Iglesia de St. James, que está considerada la mejor iglesia de Los Cotswolds aunque yo personalmente no afirmaría eso. Tiene una torre de 36 metros que te deja impresionada. Además es famosa por tener el tapiz de bronce más grande de Inglaterra  que  se remonta a antes de la Reforma Protestante.


El cementerio y las vistas a la campiña que hay desde él son espectaculares.


Ya de vuelta hacía el coche, descubrimos por casualidad un recoleto jardín casi escondido: el Ernest Wilson Memorial Garden. Una oportunidad para admirar plantas traídas de diferentes partes del mundo y descansar en este oasis de tranquilidad ya que solo estábamos nosotros en el jardín.

Seguimos de nuevo por High Street e hicimos una parada para tomar un té y un trozo de tarta (que empalagosos suelen ser los pasteles en esta tierra, auténticas bombas calóricas) para coger fuerzas y afrontar el camino de vuelta.



Después de varias jornadas haciendo kilómetros, decidimos que en nuestro último día por esta zona prescindiríamos del coche y nos lo tomaríamos en plan tranquilo ya que aun nos quedaba por visitar la abadía de Lacock, sus jardines y el museo que alberga. Así que después de desayunar cogimos el caminito andando a Lacock que como ya dije, desde nuestro alojamiento, es un paseo muy agradable de unos 25 minutos.  

La abadía fue fundada en 1229 por Ela, Condesa de Salisbury y habitada por monjas. En 1539 debido a la disolución de los monasterios se vendió a William Sharington, el cual la reconstruyó para ser habitada como casa particular y permaneció en esa familia hasta 1944, año en el que Matilda Talbot la donó al National Trust.


 
Primero nos dedicamos a recorrer la inmensa finca que es una zona boscosa con árboles monumentales y grandes zonas de césped. Dentro de este jardín hay otros jardines como el de las rosas o el botánico, un huerto y un invernadero. Un paisaje totalmente bucólico donde no faltan ni los rebaños de ovejas.


La Abadía de Lacock se fundó originalmente en 1232 y durante más de 300 años funcionó como un convento de monjas agustinas. Los bellos claustros medievales, la sacristía, la sala capitular y las salas monásticas de la Abadía han sobrevivido en gran parte intactas.

 

Pero tras la disolución de los monasterios llevada a cabo por Enrique VIII pasó a ser una casa familiar. Se pueden visitar todas las dependencias en un estado de conservación casi perfecto.



Ya era mediodía e hicimos un almuerzo ligero en el salón de té que hay en una de las dependencias del patio de la abadía.

 
Después de comer, nos fuimos a descansar un rato a una zona un poco apartada y tranquila de los jardines donde solo se oía el leve rumor de las hojas y el canto de los pájaros. Cuando ya estábamos preparados para volver a la abadía, pues nos quedaba por ver el museo dedicado a William Talbot, recibimos una bonita e inesperada visita, la de un precioso y confiado petirrojo que estuvo muy cerquita de nosotros, sin asustarse, durante un buen rato.

 

Durante un tiempo la abadía fue la casa de William Fox Talbot. Talbot además de ser inventor, arqueólogo, botánico filósofo, filólogo, matemático y político fue ¡uno de los pioneros de la fotografía!

A causa de sus problemas como dibujante, se interesó por otra clase de métodos mecánicos para capturar y retener las imágenes. A través del uso de la cámara oscura y la cámara de luz, empezó sus investigaciones durante su estancia de vacaciones a la orilla del lago Como.  En 1834, experimentó con un proceso al que llamó dibujo fotogénico: recubrir el papel de dibujo con una solución de sal y después de que se hubiera secado, añadiendo una solución de nitrato de plata. Al colocar una hoja o helecho o un pedazo de encaje sobre la superficie del papel y exponerlo al sol, obtuvo una imagen.
 
El primer negativo fotográfico estricto, no por contacto, lo consiguió en 1835, un pequeño dibujo fotogénico de la celosía de la ventana en la galería sur de Lacock Abbey. Éste es, a día de hoy, el primer negativo conservado históricamente; y se considera la segunda fotografía de más antigüedad.



Los hallazgos de Talbot se anunciaron el 31 de enero de 1839, uno de los primeros anuncios oficiales del nacimiento de la fotografía.

El museo rinde homenaje a este precursor de la fotografía y también expone el trabajo de fotógrafos contemporáneos. Muy interesante especialmente para los que nos gusta la fotografía.

Otro agradable paseo de vuelta al alojamiento. Llegamos y aun quedaba tiempo de la tarde por delante y hacía calor así que qué mejor colofón para nuestra estancia que darnos un baño en la piscina. Mañana ya nos dirigiremos a nuestro ¿último destino? Todo está por ver.


(Continúa en Nick Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra V)