Y llegó nuestro día de vuelta a Bristol para volar a Málaga. El avión salía a las 19.40 y el coche había que entregarlo a las 17.00h, así que aún teníamos toda la mañana para pasearnos por los alrededores y comer tempranito en Henley.
El viaje de vuelta, casi todo por autopista, fue muy bien, excepto el último tramo en el que el GPS, para que no se nos olvidaran las carreteras estrechas y complicadas, nos llevó por una de ellas. Entregamos el coche sin un rasguño y sin haber tenido ningún percance que ya tenía mérito dado las situaciones de conducción tan complicadas en las que nos habíamos visto. ¡Qué liberación!
Llegamos al aeropuerto con el tiempo suficiente para hacer todo en plan tranquilo y esperar la hora de salida del avión. Pero una de las pesadillas que le puede ocurrir a un viajero es que el vuelo se retrase (retrasos sí que hemos padecido varias veces) o que se cancele. A nosotros nos ocurrieron las dos cosas. Después de que el vuelo se retrasase más de dos horas, al final casi a las 22.00h el vuelo fue cancelado. Verte en esta situación, ya de noche,
después de varias horas de desplazamiento, un montón de horas de espera, hacer un par de colas, de escuchar las explicaciones de la
compañía aérea en un idioma que no es el tuyo, cansadísimos... pues te
quedas noqueado.
Creemos que tenemos todo bajo
control, pero esa sensación es ficticia. Más allá de las cosas que sí
podemos organizar y están bajo nuestro radio de acción, existen
numerosas circunstancias que nos son ajenas y que se escapan de nuestras manos. Es cierto que cuando viajamos, especialmente si es verano, debemos ir preparados mentalmente a que puedan ocurrirnos imprevistos ya que nadie está libre de esto pero una cosa es conocerlo y otra que te pase. Porque no saber qué
va a pasar ante una situación, la incertidumbre, es una de las peores
sensaciones que se pueden sentir. Según he leído la razón es que el "cerebro no está preparado para la falta de control y se paraliza ante lo nuevo, inesperado e imprevisto".
Una de las cosas que yo suelo hacer, y creo que suele hacer la mayoría de la gente cuando está pasando por la misma difícil situación junto a otras personas, es buscar un sistema de apoyo por lo que rápidamente nos juntamos con dos chicos españoles y formamos una piña para afrontar juntos lo que se nos venía encima. ¡Compartir los pesares aligera la carga, reduce el estrés e incluso llegas a ver la situación hasta con sentido del humor!
Cuando nos llegó el turno para que la compañía aérea Easyjet nos diera explicaciones, sus propuestas para llegar a nuestro destino eran o buscarnos un vuelo alternativo con otras compañías que pagaríamos nosotros y luego se lo reclamaríamos o nos daban billetes en uno de sus aviones pero solo había billetes disponibles para el siguiente jueves y ¡estábamos a domingo! Por supuesto que intentamos la alternativa de otro vuelo, con el móvil y la tableta, pero eran con escalas y además carísimos, así que agotados e incapaces de pensar claramente ni tomar ninguna otra decisión y siendo las 23.00h optamos por coger los billetes para tres días y medio después. Eso sí, la compañía se hacía cargo del hospedaje y manutención durante todos esos días.
El hotel que nos adjudicó la compañía aérea fue Holiday Inn Bristol Airport. Es un hotel ubicado cerca de la terminal del aeropuerto de Bristol y dispone de un servicio de traslado cada media hora durante 24 horas. Y desde el aeropuerto hay un autobús, con continuas salidas y llegadas, que te lleva al centro de Bristol en una media hora. Algo pesado hasta que te acostumbras porque no hay más remedio.
Así que con esos días por delante, nos hicimos a la idea de que el viaje se alargaba y que teníamos la oportunidad de conocer Bristol que no estaba en nuestro itinerario. En ocasiones, la mejor actitud es aceptar que las cosas son como son, especialmente cuando llega un momento que has intentado hacer algo al respecto pero no ha dado sus frutos. ¡Así que nos fuimos de cabeza a Bristol!
Bristol es una ciudad marítima llena de vida y con un centro con un tamaño perfecto para recorrerlo a pie. Es una de las ciudades con mejor calidad de vida de todo Reino Unido según el Sunday Times y primera ciudad europea en la lista de sitios que ver en 2018 para National Geographic.
Cogimos un autobús para acercarnos al
puente colgante de Clifton, todo un símbolo de la ciudad, que cruza la impresionante garganta del río Avon y une Bristol con el norte de Somerset. Está gestionado por la Clifton Trust y se financia con el peaje que hay que pagar para atravesarlo. Atrae a miles de visitantes cada año. Es realmente espectacular.
Los habitantes de Bristol se sienten muy orgullosos de su puente. Es su seña de identidad y su
monumento más representativo.
El puente ha sido usado como escenario de varias películas y en eventos culturales importantes, como el primer salto del puentismo moderno,
el último vuelo del Concorde en 2003 o el traspaso de la antorcha
olímpica en los juegos olímpicos celebrados en Londres en 2012. Pero también tiene su lado trágico pues es conocido como el "Puente de los suicidios" por el gran número de personas que lo han utilizado para saltar lanzándose al vacío, por lo que a finales de los años 90 se instalaron barreras como medida preventiva. También hay unas placas con un número de teléfono de la organización Los Samaritanos que ayudan desde el punto de vista emocional para evitar los suicidios.
Después de atravesar en los dos sentidos el puente y acercarnos a los
miradores para disfrutar de las estupendas vistas de la ciudad y de la
campiña inglesa, volvimos andando hacía el parque de
Brandon Hill.
Brandon Hill es el parque más antiguo de Bristol. Es un espacio abierto precioso
muy cerca del centro con casi 500
árboles de 100 especies diferentes. Es un lugar perfecto para tomar un picnic, pasear, tomar el sol, sentarte a leer un libro... Allí, bajo la sombra de un gran árbol, tomamos nuestro lunch.
En Brandon Hill se encuentra la Torre Cabot que fue construida entre los años 1896 y 1898 para conmemorar que el navegante italiano Juan Coboto, John Cabot en inglés, llegó a Norteamérica bajo bandera inglesa. Las vistas desde esta atalaya, en lo más alto de la colina, son espectaculares.
Seguimos bajando hacia el centro de la ciudad. En Park Street, una de las calles más famosas de Bristol llena de tiendas originales y divertidas y montones de bares y cafés, está la famosa obra de Bansky de un hombre colgando del alféizar de una ventana escapando ante la llegada del marido de su amante. Como se puede comprobar algún vándalo la ha estropeado con pintura azul.
Y es que Bristol es la capital del arte callejero
y
Bansky* es el pseudónimo de un prolífico y famoso artista callejero británico nacido en Bristol. Vimos otros murales pero si vuelvo a Bristol me encantaría dedicarle más tiempo a hacer una ruta específica en la capital mundial del arte urbano.
El final de Park Street nos encontramos el Ayuntamiento situado en la gran plaza de College Green y con la catedral de estilo gótico británico enfrente. Justo estaban también celebrando en la catedral la ceremonia de graduación de la Universidad.
Paseando por el centro visitamos Saint Nicholas Market, el mercado más antiguo de la ciudad, con calles empedradas y
arcadas acristaladas. Muy auténtico con sus puestos de artesanía, flores, libros, discos,... y comidas de distintas nacionalidades. St Nicholas Market fue elegido como uno de los diez mejores mercados en el Reino Unido y es la encarnación viva de lo que debería ser un mercado. No lo vimos en todo su esplendor pues ya estaban empezando a cerrar algunos puestos. Un paseo más por la zona comercial del centro, en la que en pocos metros cuadrados podemos ver hasta
500 tiendas diferentes, y vuelta al hotel a descansar.
En nuestro último día el itinerario partía de la parada de autobús junto a la Bristol Temple Meads, la preciosa estación de trenes de Bristol. De allí fuimos a visitar St Mary Redcliffe. Esta iglesia parroquial anglicana
de estilo neogótico es preciosa. Es del siglo XVIII y su torre
principal hace que sea el edificio más alto de la ciudad. Aunque está un
poco apartada del circuito turístico, vale la pena visitarla.
Fuimos paseando hacia Queen Square, una bonita y amplia plaza muy cerca del puerto ya que la idea era ver y disfrutar de toda la zona de Harbourside que es el área portuaria de Bristol. Desplazado el puerto comercial a otra zona, ahora está dedicado a zona de ocio y esparcimiento.
La historia de Bristol como puerto comercial se remonta al año 1051.
En el siglo XIV, la ciudad comerciaba con España, Portugal e Islandia, y
los barcos también abandonaban Bristol para fundar nuevas colonias en
el Nuevo Mundo. La historia de Bristol como parte de la trata de esclavos está bien documentada. Era lo que se llamó el comercio triangular: los barcos partían de
Bristolcon bienes manufacturados. Con ellos, llegaban a África, donde
compraban los esclavos. De allí partían a América, donde los vendían,
recibiendo pingües beneficios y comprando con ellos azúcar, ron, arroz y
algodón. Finalmente, volvían a la ciudad, donde las materias primas eran
vendidas y con el dinero obtenido, dejaban beneficios en la ciudad y
compraban más bienes manufacturados. Un pasado bastante oscuro y vergonzoso con el que los habitantes de Bristol intentan reconciliarse.
Aquí en la zona del puerto hay varios museos, nosotros visitamos el
MShed. Se
trata de un museo muy interactivo e interesante sobre la historia de la
ciudad y de la zona colindante, de su fundación, crecimiento y
desarrollo desde tiempos prehistóricos.
Justo enfrente de este museo está amarrado el barco
Mathew, que también visitamos, es otra de las interesantes atracciones de esta zona. Se
trata de la réplica perfecta del barco que John Cabot utilizó para
descubrir América del Norte como ya he contado anteriormente. Al ser una de las
replicas más reputadas del mundo naval, a menudo parte a otros puertos a
exhibirse. Pero su base está en Bristol, que es donde amarra la mayor
parte del año.
Es una zona de recreo realmente bonita y agradable con infinidad de opciones de las que disfrutar y en la que puedes echar todo el día.
Decidimos ir yendo hacia la zona donde está la estación de autobuses y paramos a descansar un rato en
Castle park. En este parque se encuentran las ruinas de la bella iglesia de
St. Peter, bombardeada en la Segunda Guerra Mundial,
y que se conserva así como un memorial. Debido a las altas temperaturas las zonas verdes del parque estaban bastante secas lo que le daba cierto aire de abandono.
Seguimos, de nuevo, paseando un ratito por la zona comercial ya que no queríamos coger el autobús de vuelta al hotel muy tarde ya que el vuelo de vuelta a Málaga salía a las 6.00h de la manaña por lo que tocaba madrugón del quince.
Bristol es una ciudad moderna, diferente, progresista, creativa, llena de niños, solidaria y multicultural. Lo de "la joya del oeste
inglés" es bien cierto. Tengo que volver.
Dentro de lo que cabe no estuvo mal haber tenido la oportunidad, impuesta claro está, de conocer Bristol, pero lo cierto es que creo que de milagro no besamos el suelo español cuando llegamos a Málaga. 😜
*Hace un par de días se ha vuelto a hablar de este artista, al autodestruirse una obra suya,
niña con globo, momentos después de ser vendida por 1,04 millones de libras en subasta de Sotheby's.