viernes, 3 de agosto de 2018

Sicilia a nuestro aire VII



 (continuación de Sicilia a nuestro aire VI)

En el camino de retorno a Palermo hacemos noche en la pequeña localidad marinera de Cefalú. Es la población más turística de la costa del Tirreno, hasta allí se desplazan cada año decenas de miles de italianos para disfrutar de sus playas y, sobre todo, de sus balnearios. Aunque el turismo de sol y playa es su principal reclamo, es también una ciudad cargada de historia.



Yo tenía muchísimas ganas de conocer Cefalú pues guardaba en la memoria la imagen de su playa, junto al cine al aire libre del que disfrutaban los habitantes de Giancaldo, en la tierna, auténtica, emotiva y difícil de olvidar película Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore. Y es que si te gusta el cine y viajar y se te presenta la posibilidad de visitar uno de esos lugares donde prendió la mecha de la magia pues es un aliciente añadido al viaje. Como escribió Javier Reverte en su libro La aventura de viajar: "Muchos viajamos necesitados de que nuestros sentidos se comuniquen con nuestras nostalgias".



Nos alojamos en un apartamento en una de las calles principales, el corso Ruggero, por lo que teníamos muy fácil salir, entrar y recorrer esta preciosa localidad. Y si quieres tomar unas magníficas pizzas en una terraza mirando al mar el restaurante Al Porticciolo es tu sitio.




El nombre de Cefalú viene de "Kephalodio" que significa "cabeza" y hace referencia  al promontorio de roca recortada que se alza literalmente encima del pueblo. Una posición estratégica favoreció que aquí se asentaran colonias griegas, fenicias, romanas, y tiempo después árabes y normandas. 


Cefalú es realmente hermoso y muy, muy fotografiable. Es un placer pasear por sus estrechas calles empedradas que siempre te llevan al mar o a la plaza de la catedral. Y no digamos esos atardeceres que  conmueven y te hacen sentir en esos momentos de paz que te reconcilias con todos y con todo.



La calle principal es Via Vittorio Emanuele. Allí se encuentra un lavadero del siglo XVI que es un verdadero regalo para quienes quieran descansar a la sombra y tonificar sus pies en los chorros de agua fresquísima que corren por allí.

Foto de M.J. García Valdivia
El Duomo de Cefalú es una verdadera joya de la arquitectura normanda. Lo más llamativo es el impresionante pantócrator del ábside elaborado con mosaicos bizantinos y que muestra una expresividad inusual para la época (siglo XII) en que fue realizado. Me encanta la cultura o arte normando-árabe-bizantino o árabe-normando que son los nombres que la historiografía da a la cultura y el arte de Sicilia. En la plaza del Duomo se encuentran el antiguo Monasterio de Santa Caterina, actual Ayuntamiento, y la fachada del Palacio Episcopal así como el palacio Piraino. Una plaza llena de vida y ¡de turistas!


Y llegamos a nuestro último destino: Palermo

"Aquí todo invita a la ensoñación y al descanso. Y es aquí donde se querría pasar, con alguien a quien se ama, largos días de felicidad." _G. de Nervo_. 


Palermo capital de Sicilia, es una joya cubierta del polvo de la historia, el resultado de los terremotos que ha padecido,  de la rémora que le han provocado la especulación inmobiliaria, la miseria y el paro o los crímenes de la mafia. Pero si ignoramos estos datos que no explican la totalidad de la realidad palermitana, nos encontraremos con una asombrosa ciudad, repleta de piedras con historia, un conglomerado de piezas que forman la gran ciudad de Palermo. A pesar de que arrastra la etiqueta de ciudad caótica, sucia, pobre,... yo me quedo con su vitalidad milenaria, la infinidad de monumentos que posee, unos fáciles de encontrar y otros escondidos como tesoros, de su gente simpática, amable y generosa, de su seguridad (esto puede parece contradictorio pero siempre nos sentimos muy seguros), su ruido, su colorido, su comida... un conjunto de factores que la hacen con un atractivo único y especial.

Me voy a centrar en lo que creo que es más importante o imperdible de lo que visitamos pues no quiero hacer demasiado larga la entrada.

Lo primero que hicimos fue ir a Monreale. Y es que la catedral de Monreale, Patrimonio Mundial por la Unesco, es un punto y aparte. Ya lo dice el refrán siciliano: "Quien va a Palermo y no ve Monreale, va asno y vuelve borrico" (imagino que en siciliano debe rimar más). Está a 8 kilometros de la capital por lo que cogimos el autobús que te lleva allí. El trayecto por una serpenteante carretera ya en sí es toda una odisea (el tráfico en Sicilia se las trae y es toda una experiencia) pero en Palermo es un caos total (menos mal que nada más llegar a Palermo devolvimos el coche alquilado) pero los palermitanos y más los conductores de autobuses están acostumbrados así que  mejor dedicarte a mirar los edificios y la gente que pasea por las calles para que no se te encoja el corazón, que llegar llegas.



Aunque es uno de los templos más extraordinarios y representativos del periodo normando en Sicilia, su fachada no es nada espectacular. Bastante más llamativa y bonita la parte trasera, como se puede ver en la foto, con una exquisita decoración obra de de albañiles musulmanes. El exterior no hace suponer ni intuir lo que nos espera en el interior porque nada más entrar el corazón te da un vuelco y te quedas casi en parada respiratoria ante tanta belleza y magnificencia.

No voy a explicar aquí con detalle "la iglesia más bella del mundo" como la han llamado y que deslumbra por el maravillo y más extenso conjunto de mosaicos sobre fondo de oro que existe. Ni las mejores fotos le hacen honor.



Merece la pena subir los 180 escalones que llevan al tejado y que nos permiten admirar los claustros desde lo alto además de ofrecernos una espectacular panorámica de Palermo.


El claustro de Monreale es parte del monasterio benedictino adosado a la catedral. Los arcos porticados contienen 228 columnas ricamente decoradas con capiteles románicos del siglo XII, obra de albañiles borgoñeses y provenzales, y con iconografias que combinan lo religioso, con lo pagano, los elementos clásicos y la mitología popular.  Es también otra maravilla.




El apartamento donde alojamos, y que recomiendo, estaba muy bien situado lo que nos permitía ir andando a muchos monumentos y también al estar muy cerca de la estación podíamos coger las "navetas" (pequeños autobuses turísticos gratuitos pero más llenos de parroquianos que de turistas) cuando lo que queríamos visitar estaba más alejado.

En el casco antiguo se encuentran espléndidos monumentos que son testimonio de su noble pasado, como el majestuoso Palacio de los Normandos o el Palacio Real con la Capilla Palatina. Fuimos temprano conocedores de las masa de turistas que lo visitan en las horas puntas. El Palacio de los Normandos es la actual sede de la asamblea Regional Siciliana. Cualquiera diría, que una vez que ya  has visto la catedral de Monreale, la Capilla Palatina, Patrimonio Mundial por la Unesco, no te puede impresionar tanto ya que su tamaño es muy pequeño en comparación. Pues no es así porque  es otra verdadera maravilla del arte normando que cuenta con techos confeccionados en madera y bellísimos mosaicos bizantinos azules y dorados.


La coqueta y pequeña iglesia de San Juan de los Ermitaños, uno de los lugares más celebres de Palermo, con sus cinco cúpulas rojas, su jardín mediterráneo y su pequeño claustro, un conjunto  que la hace realmente atractiva.


Junto a San Juan de los Ermitaños y en la plaza Bellini se encuentra una de las iglesias más antiguas y conocidas de la ciudad la Santa Maria dell'Ammiraglio, llamada también la Martorana. Es una de las mas bellas edificaciones de las ciudades de Palermo  aunque ya casi no conserva nada de su antiguo esplendor debido a las diversas remodelaciones sufridas a lo largo de los años. Uno de los detalles más destacados es la fachada barroca, el campanario interior y los espléndidos mosaicos bizantinos.




La Catedral, una imponente estructura con una clara influencia oriental pero compuesta por una amalgama de estilos que no deja de sorprender.



Visitamos los tres oratorios más importantes: San Lorenzo, San Domenico y Santa Cita. Los oratorios eran estructuras adyacentes a iglesias cuyo mecenazgo estaba asumido por la nobleza y la alta burguesía para sus reuniones para el rezo del rosario sin la interferencia de los párrocos. Más salones de baile que iglesias, se basaban en una nave salón en donde se reunían dichas cofradías que tenían en el rezo de dicho Rosario una verdadera excusa para verse, hacerse ver y diferenciarse del resto de la sociedad.

Lo cierto es que los oratorios y su escultor Giacomo Serpotta merecerían una entrada aparte pero ya se me está alargando más contar nuestro viaje que el viaje en sí, así que intentaré resumir. Serpotta hijo de escultores llevó al refinamiento más extremo la técnica del estuco (mezcla de yeso y polvo de mármol con el que se modela el bulto para, una vez seca, poderse esculpir con facilidad y ser objeto de pulido que le da una apariencia de marfil), siendo a menudo más considerado como decorador que como un verdadero escultor.

La visita a los tres oratorios es inexcusable pero si me tengo que quedar con una, sin lugar a dudas, el de Santa Cita donde la elegancia de los estucos y decoraciones lo hacen único.



Mientras paseábamos por las calles de Palermo nos llamó la atención ver a multitud de personas que llevaban una rosa o un ramos de rosas en la mano sorprendentemente boca abajo. La curiosidad nos hizo preguntar y nos dijeron que estaban celebrando la fiesta de Santa Rita en conmemoración de su muerte un 22 de mayo de 1457. En la iglesia de San Agustín (a la que nos dirigimos por indicación de unas devotas), en el barrio del Cabo, se lleva a cabo el rito de las rosas dedicado a Santa Rita. Todo el barrio está cuajado de puestos de rosas de mil formas y colores.

La celebración alcanza su punto culminante con la bendición de las rosas que luego los fieles  guardan celosamente en sus casas para que le proteja de todo mal. Para eso Santa Rita es la santa de lo imposible. Un evento inesperado que nos hizo vivir durante un rato la devoción  y la fiesta de un barrio.

 


Antes de adentranos en el barrio del Cabo estuvimos admirando el imponente teatro Massimo. Es una estampa que nos suena porque sobre su escalinata se filmaron las uĺtimas escenas de la película El Padrino III. ¡Este palacio de la opera es el mayor teatro lírico de Italia y el tercero más grande de Europa!


Nos acercamos a los mercados de Ballaró y la Vucciria y debo decir que me decepcionaron bastante. No sé si fue la hora en la que los visitamos (sobre el mediodía) pero nada que ver en cuanto a tamaño y vida con el de Catania. Una desilusión.

Entre los monumentos civiles destacar Quattro Canti que son cuatro fachadas, decoradas con estatuas y fuentes, de palacios barrocos que delimitan  la plaza Vigliena y que sirve de referencia para orientarte por toda esa zona. Y, ¡como no!, la espectacular e inmensa fuente Pretoria, en su momento llamada fuente de la Vergüenza por la desnudez de sus figuras, de mármol blanco de Carrara con alegorías mitológicas.


Aún centrándome en lo que pienso que es más importante, compruebo que he escrito demasiado pero es que ¡Palermo es mucho Palermo!

¡Arrivederci, Sicilia, ci vediamo la prossima volta!