sábado, 1 de septiembre de 2018

Nick Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra IV 🇬🇧



(Continuación de Nike Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra III)

Seguimos adentrándonos en los pueblos de Los Cotswolds. La ruta para nuestro tercer día por estas idílicas tierras es: Bibury, Bourton on the Water y Chipping Campden.

El pueblo de Bibury es una de las  atracciones turísticas más célebres y conocidas de Inglaterra y está en la lista de los "must see" o sea que hay que verlo sí o sí. Pero, claro, al ser tan famoso está lleno de turistas lo que le quita cierto encanto. Cuando nosotros llegamos, bastante temprano por cierto, estaba copado por orientales con los odiosos palos de selfi. Como curiosidad decir que los rótulos informativos, incluso los de algunas propiedades advirtiendo que eran privadas y estaba prohibido el paso, estaban escritos en inglés y en japonés. Al parecer esta afluencia se debe a que el emperador Hirohito de Japón se hospedó en este pueblo en una de sus visitas a Europa, dando fama a toda la región en el país de oriente.

Bibury está formado por solo dos calles pero lo tiene todo: encantadoras casas de campo con fachadas de piedra, jardines de cuento, un paisaje totalmente verde, estanques, río... Sin duda se trata de un auténtico pueblo de postal en mitad de los Cotswolds. 


 

En el centro del pueblo está la iglesia de St Mary.


La parte más famosa y fotografiada de Bibury es Arlington Row. Se trata de una fila de cabañas de tejedores construidas en piedra caliza en el siglo XIV, junto al río Coln y que están conservadas en perfecto estado. Ahora pertenece al National Trust.  Muy bonitas las casas y el entorno pero ¡qué complicado hacer una foto sin gente! 😬


Terminada la visita, tiramos hacia el norte para visitar Bourton on the Water. Este encantador pueblo de casas de piedra está cruzado por las aguas del río  Windrush y sus coquetos puentecitos de piedra.

 
Pasear por las riberas del río con algunas zonas verdes llenas de grupos de jóvenes, mayores y de  familias descansando, tomando el sol o de picnic  es una verdadera delicia. Es un río sin profundidad lo que permite que los niños se metan y disfruten del agua sobre todo en un día tan veraniego como el que nos hizo. Había mucha gente pero todo era sosegado y bucólico.

Salvando la distancia, mientras paseábamos y observábamos el ambiente, me vino a la memoria el cuadro Tarde de domingo  en la isla de la Grande Jatte de Seurat.



Se nos vino encima la hora de comer y aunque había muchos restaurantes junto al paseo, nos pareció que lo suyo era comprar comida y tomarla junto al río. ¡Qué bien nos supo todo en aquel entorno tan agradable!

Bourton on the Water me pareció tan bonito y relajante que casi diría que es uno de mis preferidos de todos los que visitamos. Inolvidable.

Y llegamos al último pueblo de esta ruta: Chipping Campden. Recorrimos su calle principal High Street donde se observa en su máximo esplendor la arquitectura típica de esta zona con sus casas color miel de una gran variedad de estilos arquitectónicos que han sobrevivido a lo largo de los años. Capital medieval del comercio de lana, uno de sus principales edificios es Market Hall, una lonja del siglo XVII que se encuentra en High Street.




Paseando llegamos a la Iglesia de St. James, que está considerada la mejor iglesia de Los Cotswolds aunque yo personalmente no afirmaría eso. Tiene una torre de 36 metros que te deja impresionada. Además es famosa por tener el tapiz de bronce más grande de Inglaterra  que  se remonta a antes de la Reforma Protestante.


El cementerio y las vistas a la campiña que hay desde él son espectaculares.


Ya de vuelta hacía el coche, descubrimos por casualidad un recoleto jardín casi escondido: el Ernest Wilson Memorial Garden. Una oportunidad para admirar plantas traídas de diferentes partes del mundo y descansar en este oasis de tranquilidad ya que solo estábamos nosotros en el jardín.

Seguimos de nuevo por High Street e hicimos una parada para tomar un té y un trozo de tarta (que empalagosos suelen ser los pasteles en esta tierra, auténticas bombas calóricas) para coger fuerzas y afrontar el camino de vuelta.



Después de varias jornadas haciendo kilómetros, decidimos que en nuestro último día por esta zona prescindiríamos del coche y nos lo tomaríamos en plan tranquilo ya que aun nos quedaba por visitar la abadía de Lacock, sus jardines y el museo que alberga. Así que después de desayunar cogimos el caminito andando a Lacock que como ya dije, desde nuestro alojamiento, es un paseo muy agradable de unos 25 minutos.  

La abadía fue fundada en 1229 por Ela, Condesa de Salisbury y habitada por monjas. En 1539 debido a la disolución de los monasterios se vendió a William Sharington, el cual la reconstruyó para ser habitada como casa particular y permaneció en esa familia hasta 1944, año en el que Matilda Talbot la donó al National Trust.


 
Primero nos dedicamos a recorrer la inmensa finca que es una zona boscosa con árboles monumentales y grandes zonas de césped. Dentro de este jardín hay otros jardines como el de las rosas o el botánico, un huerto y un invernadero. Un paisaje totalmente bucólico donde no faltan ni los rebaños de ovejas.


La Abadía de Lacock se fundó originalmente en 1232 y durante más de 300 años funcionó como un convento de monjas agustinas. Los bellos claustros medievales, la sacristía, la sala capitular y las salas monásticas de la Abadía han sobrevivido en gran parte intactas.

 

Pero tras la disolución de los monasterios llevada a cabo por Enrique VIII pasó a ser una casa familiar. Se pueden visitar todas las dependencias en un estado de conservación casi perfecto.



Ya era mediodía e hicimos un almuerzo ligero en el salón de té que hay en una de las dependencias del patio de la abadía.

 
Después de comer, nos fuimos a descansar un rato a una zona un poco apartada y tranquila de los jardines donde solo se oía el leve rumor de las hojas y el canto de los pájaros. Cuando ya estábamos preparados para volver a la abadía, pues nos quedaba por ver el museo dedicado a William Talbot, recibimos una bonita e inesperada visita, la de un precioso y confiado petirrojo que estuvo muy cerquita de nosotros, sin asustarse, durante un buen rato.

 

Durante un tiempo la abadía fue la casa de William Fox Talbot. Talbot además de ser inventor, arqueólogo, botánico filósofo, filólogo, matemático y político fue ¡uno de los pioneros de la fotografía!

A causa de sus problemas como dibujante, se interesó por otra clase de métodos mecánicos para capturar y retener las imágenes. A través del uso de la cámara oscura y la cámara de luz, empezó sus investigaciones durante su estancia de vacaciones a la orilla del lago Como.  En 1834, experimentó con un proceso al que llamó dibujo fotogénico: recubrir el papel de dibujo con una solución de sal y después de que se hubiera secado, añadiendo una solución de nitrato de plata. Al colocar una hoja o helecho o un pedazo de encaje sobre la superficie del papel y exponerlo al sol, obtuvo una imagen.
 
El primer negativo fotográfico estricto, no por contacto, lo consiguió en 1835, un pequeño dibujo fotogénico de la celosía de la ventana en la galería sur de Lacock Abbey. Éste es, a día de hoy, el primer negativo conservado históricamente; y se considera la segunda fotografía de más antigüedad.



Los hallazgos de Talbot se anunciaron el 31 de enero de 1839, uno de los primeros anuncios oficiales del nacimiento de la fotografía.

El museo rinde homenaje a este precursor de la fotografía y también expone el trabajo de fotógrafos contemporáneos. Muy interesante especialmente para los que nos gusta la fotografía.

Otro agradable paseo de vuelta al alojamiento. Llegamos y aun quedaba tiempo de la tarde por delante y hacía calor así que qué mejor colofón para nuestra estancia que darnos un baño en la piscina. Mañana ya nos dirigiremos a nuestro ¿último destino? Todo está por ver.


(Continúa en Nick Drake y un viaje por el suroeste de Inglaterra V)